Tenés los ojos llenos de lágrimas guardadas
y los hombros tan tensos que de verlos me duelen.
Estás adormecida, casi muerta de esperas.
Te preguntás qué cosa más podría ser
que ya no hubiera sido y acabado
con la poca alegría que quedaba.
Hasta el pelo te duele de gritar
en silencio, escondida, tus dolores.
Te escucho. Me atraviesan el alma ahora
tu soledad infinita y tu pena deshojada
por tantos no me quiere y no me quiere
en la mustia margarita que tus manos
insólitas retienen de hace tiempo.
Tu palabra de hoy dice tristeza,
dice desilusión. Reclamo intransigente
al propio corazón por haberse animado.
…Yo solo te escucho, apenas, como puedo.
(de «escuchas» de estos días, pinto en palabras unos versos – mi música de fondo en este rato: «Va pensiero»)